El control de esfínter es uno de los grandes hitos en el desarrollo infantil. Es un proceso biológico, largamente determinado por la maduración neurológica del niño o niña, pero que también tiene implicancias emocionales y en el desarrollo psicológico. El control que el niño/a adquiere sobre su propio cuerpo y sus funciones tiene relación con el control que tendrá en otros aspectos de su vida, con su sensación de logro, la percepción de sí mismo y la confianza en sus recursos personales. También-y en esto es importante el cómo los adultos manejen el proceso- con cuán respetado y validado se sienta el niño o niña.
Además, el control de esfínter está mediado por nuestra cultura, nuestras creencias y valores. Por eso es que en distintos lugares del mundo el proceso se lleva a cabo de muy diversas formas. Y nuestra cultura occidental, que se caracteriza por enfatizar la competitividad y la independencia desde temprano (que los niños/as duerman solos, que dejen el chupete, que no sean “mamones”), tiende también a presionar a los niños y niñas para que dejen los pañales a edades bastante tempranas comparado con otras culturas.
Un enfoque al control de esfínter centrado en las necesidades de los niños/as, tal como otros procesos biológicos -comer y dormir, por ejemplo- no debería ser necesario enseñar a un niño/a a controlar esfínter. Y la verdad es que independiente de los estímulos que nosotros le demos, él o ella controlará sus procesos de evacuación en el momento en que esté listo. Dicho de otra manera, más que enseñar al niño/a a controlar esfínter, nuestra tarea es socializarlo acerca de cómo en nuestra cultura realizamos los procesos de evacuación, y ayudarlo en ello .
Si utilizamos un enfoque centrado en el niño/a y sus ritmos, el rol de padres, madres y educadores es observar al niño o niña e identificar las señales que indiquen si está en proceso de adquirir el control o aun no. Por lo general, entre los 2 años y los 3 años y medio, los niños/as empiezan a demostrar que tienen conciencia de haber mojado los pañales. Es decir, sienten y luego pueden comunicar a través de verbalizaciones o movimientos que han hecho pipí. El gran error de los adultos es pensar que, por el hecho de identificar la sensación de haber orinado, el niño o niña “avisa” y por lo tanto está listo para sacarse los pañales. Esta es solo la primera etapa del proceso, luego viene la etapa en la que el niño o niña identifica el hecho de estar orinando. Luego es capaz de identificar la señal corporal de la urgencia por orinar y, más tarde, además de identificar la señal, es capaz de aguantar hasta llegar al baño. Este proceso completo varía de niño/a a niño/a, pudiendo tomar semanas o meses. Por lo tanto, no es raro que un niño o niña no complete el proceso hasta los 4 años e incluso más.
Además, el control de esfínter está mediado por nuestra cultura, nuestras creencias y valores. Por eso es que en distintos lugares del mundo el proceso se lleva a cabo de muy diversas formas. Y nuestra cultura occidental, que se caracteriza por enfatizar la competitividad y la independencia desde temprano (que los niños/as duerman solos, que dejen el chupete, que no sean “mamones”), tiende también a presionar a los niños y niñas para que dejen los pañales a edades bastante tempranas comparado con otras culturas.
Un enfoque al control de esfínter centrado en las necesidades de los niños/as, tal como otros procesos biológicos -comer y dormir, por ejemplo- no debería ser necesario enseñar a un niño/a a controlar esfínter. Y la verdad es que independiente de los estímulos que nosotros le demos, él o ella controlará sus procesos de evacuación en el momento en que esté listo. Dicho de otra manera, más que enseñar al niño/a a controlar esfínter, nuestra tarea es socializarlo acerca de cómo en nuestra cultura realizamos los procesos de evacuación, y ayudarlo en ello .
Si utilizamos un enfoque centrado en el niño/a y sus ritmos, el rol de padres, madres y educadores es observar al niño o niña e identificar las señales que indiquen si está en proceso de adquirir el control o aun no. Por lo general, entre los 2 años y los 3 años y medio, los niños/as empiezan a demostrar que tienen conciencia de haber mojado los pañales. Es decir, sienten y luego pueden comunicar a través de verbalizaciones o movimientos que han hecho pipí. El gran error de los adultos es pensar que, por el hecho de identificar la sensación de haber orinado, el niño o niña “avisa” y por lo tanto está listo para sacarse los pañales. Esta es solo la primera etapa del proceso, luego viene la etapa en la que el niño o niña identifica el hecho de estar orinando. Luego es capaz de identificar la señal corporal de la urgencia por orinar y, más tarde, además de identificar la señal, es capaz de aguantar hasta llegar al baño. Este proceso completo varía de niño/a a niño/a, pudiendo tomar semanas o meses. Por lo tanto, no es raro que un niño o niña no complete el proceso hasta los 4 años e incluso más.